Todas las cortinas de las casas de Celebration deben ser de un solo color: blancas. También los cercos que dan a las las veredas, que son lo suficientemente anchas para que una pareja pueda caminar agarrada de la mano. El ancho no es casual; fue pensado para eso. Como todo en esta ciudad feliz y perfecta ubicada en el sur del Estado de Florida, en los Estados Unidos.
Fue inaugurada en 1996 pero la idea nació mucho antes, en los años ´60. Su creador tenía una obsesión: construir una comunidad ideal, donde no existieran los peligros del exterior. Donde la gente sea amable con sus vecinos, los chicos anduvieran en bicicletas y las palabras robo, asesinato y droga no existieran en el vocabulario de sus 8 mil habitantes. El ideólogo de este mundo útopico no llegó a ver su sueño cumplido porque murió de cáncer en 1966. Se llamaba Walt Disney.
“No hay transporte público ni semáforos, la gente camina, anda en bici, autos eléctricos o en segways. ¡Es una maravilla! Desde mi casa veo todas las noches los fuegos artificiales de Hollywood Studios. Eso no tiene precio”, cuenta Anabella Parmigiano, una argentina de 47 años que junto a su marido y dos hijas decidieron hace un año abandonar Buenos Aires para instalarse en Celebration.
El pueblo tiene un estricto reglamento interno. Los diseños de las casas no pueden escapar de los cinco estilos estipulados (victoriano, colonial, clásico, costero y mediterráneo) y los vecinos tienen una app móvil para denunciar de todo: desde una luz que no funcione hasta la falta de barniz en un banco de plaza. Luego de la denuncia, recibirán un email con el status del problema y otro una vez solucionado.
Todas las casas tienen un callejón por detrás donde están los tachos de la basura, los garages y los buzones para el correo. La idea es que los frentes de las casas se vean siempre impecables. No debe haber durezas visuales. La educación del lugar también es primordial ya que todos los colegios son de Clase A.
Como una maqueta inspirada en Seaheaven, el pueblo de cartón construido para la famosa película The Truman Show (1998). Las similitudes entre una y otra ciudad son varias. En Celebration los edificios principales están diseñados por arquitectos famosos. El Cinema Hall por ejemplo, es obra del argentino César Pelli y Michael Graves ideó el correo central.
La paz del pueblo se interrumpió en 2010 con un misterioso asesinato, relatado en el documental «The Bubble» (la burbuja). Se puede ver en Vimeo.
Vivir en el mundo de la fantasía permanente es caro. Las casas no bajan de 300 mil dólares y pueden llegar hasta 5 millones. “Acá no ves a un pobre ni en figuritas” dice Anabella, que cuando le pregunto sobre algo negativo de vivir allí no duda: “la mayoría de la población es gente grande, hay pocos chicos”.
La idea de la ciudad perfecta fue siempre una obsesión para Disney, quien en los ´60 compró 11 mil hectáreas para construir la ciudad del futuro, que bautizó “Experimental Prototype Community of Tomorrow”, más conocida por sus siglas: EPCOT. En palabras de Disney, el objetivo era fabricar “un modelo mundial para asomarnos a la vida en el próximo siglo». Pero su muerte hizo demorar el proyecto, que luego se transformó en un parque temático dedicado a los adelantos tecnológicos.
Otros experimentos
Además de la de Disney, hay otras ideas de ciudades desparramadas por el mundo que buscan la pulcritud, seguridad y estética más propias de un shopping. En definitiva, ambos espacios son, como sostiene la ensayista Beatriz Sarlo, artefactos que persiguen el mismo concepto. Estas ciudades son shoppings sin techo, donde lo que se ve es lo que se supone que se quiere ver. Territorios donde reinan el diseño y las puestas en escenas, sin lugar a los inconvenientes hostiles y los imprevistos aleatorios típicos de las calles de las grandes urbes.
El arquitecto Bill Dunster diseñó en Londres en 2000 a BedZED, que significa “Beddington Zero Energy Development” (Desarrollo de Energía Cero), un barrio sustentable con un centenar de viviendas ecológicas. Todas están construidas con grandes ventanales y hacia el sur para aprovechar la luz natural y, además, tienen paneles solares. El agua de lluvia se reutiliza para los baños y electrodomésticos que funcionan con agua, como los lavarropas.
Alejandro Gutiérrez (1971) es un arquitecto chileno que encabezó un equipo de más de 100 personas de diferentes países para construir la ecociudad china Dongtan, cercana a Shangai. A las ocho mil hectáreas se la conoce como “la ciudad del futuro” y su proyección impresiona: sólo usará energía renovable (biomasa, eólica y solar), los automóviles y el transporte público funcionarán con hidrógeno y otros tipos de energías limpias, se reciclará el 80% de la basura y el agua potable se usará dos veces: la primera para consumo humano y la segunda para descargas sanitarias, riego, etc. Para 2040 planean que tendrá la mitad del tamaño de Manhattan.
Pensada desde cero como Smart City aparece Masdar, ubicada en Abu Dhabi, la capital de los Emiratos Árabes Unidos. El proyecto de la ciudad 100% digital y ecológica se presentó en 2006 por una iniciativa conjunta entre el jeque Mohammed Bin Zayed, el diseño del prestigioso estudio de arquitectura británico Foster & Partners y la financiación del Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF) y Masdar, una empresa de energía limpia. El objetivo principal de esta “eco-ciudad” es que pueda producir su propia energía (solar) y se autoabastezca. De forma compacta, ninguno de sus edificios puede superar los 5 pisos de altura y se priorizan los espacios públicos para caminar (zonas recreativas) conectados entre sí.
En lo que hasta hace pocos años era un total desierto, se espera generar una población de 50 mil habitantes y que ninguno de ellos viva a más de 200 metros del transporte público. Hasta el momento el proceso continúa en la fase de construcción, cuya finalización fue postergada para 2020. Ya funciona un cuarto de la ciudad con resultados muy positivos, sobre todo en los sistemas automáticos de transporte (PRT).
La ciudades perfectas como Celebration se presentan como una utopía capitalista, la fantasía de que vivir sin los avatares propios de las grandes urbes es posible. Vivir sin azar (o reducido al mínimo) ni sorpresas. Pero las fantasías quedarán, al menos por ahora, arrinconadas en el terreno donde surgen. Al diario El Mercurio de Chile, Gutiérrez aseguró: «Nunca habrá una ciudad perfecta y me parece fantástico que no la haya. Una de las cosas más potentes de las ciudades es su imperfección. Por más que uno planifique las ciudades, hay variables que no se pueden manejar ni predecir”.
Menos mal.