En muy poco tiempo, ser adicto al celular estará muy mal visto socialmente. Será considerado de mala educación, propio de una persona de bajo estatus social. Casi como hoy la sociedad en general ve a los fumadores compulsivos de tabaco. Quien no pueda dejar de mirar su pantalla frente a otras personas, será desplazado. Será casi un paria.
A la inversa, quien pueda desenchufarse de su celular, será visto como una persona exitosa, feliz, que tiene el control de sí mismo, educada y empática. En definitiva, la desconexión será un privilegio para unos pocos. Un lujo. El off line es el nuevo lujo.
La adicción a las pantallas crece día a día.
Sabemos ya todas las múltiples ventajas que trajo el celular, para comunicarnos con los demás al instante desde cualquier lugar del mundo, sacar cientos de fotos, estar conectados 24 hs en redes sociales, escuchar música, ver películas y series, trabajar a distancia, etc. Pero también, como todo, tiene efectos adversos. Una de las contras principales es la adicción y el deficit de atención que genera.
El uso excesivo del celular nos desconcentra, nos impide hacer foco en una tarea laboral o personal. Nos perjudica a la hora de hablar con el otro cara a cara sin distracciones. Estamos transitando la era de las mentes dispersas. Nuestro cerebro no llega a captar todos los estímulos a los que lo sometemos constantemente. Revisamos el celular unas 150 veces al día de promedio. Seguramente sea mucho más.
Nos dispersa. Dispersar, segun el diccionario significa “dividir el esfuerzo y las tareas en multiples direcciones». Esto produce un enorme agotamiento tanto físico como mental. Y Obvio que también mal humor, irritación y nervios y finalmente, stress.
La consecuencia del stress ya las sabemos para la salud pero además significa menos creatividad y menos ideas. «Todos los grandes logros del siglo XX requirieron un alto nivel de concentración y profundidad» explica el español Alvaro Bilbao en el libro “Cuida tu cerebro” , texto que recomiendo leer si les interesa este tema. En la web hay resúmenes.
Nos da miedo perdernos de algo que este pasando en las redes, en nuestros grupos de WhatsApp, en Instagram. Esto se llama FOMO (la sigla de «Fear of Missing out») y genera más ansiedad.
Porque ver el celular es una recompensa, nos hace bien. Y la razón es química. Cuando vamos a buscar un nuevo dato al celular, una notificación, ver twitter, un like en facebook o un whatsapp, el cerebro produce dopamina (como los de un fumador cuando prende un cigarrillo). Cada notificación son como caramelos digitales.
Siempre existieron los estímulos y la multitarea (o el multitasking) pero ahora el problema es que con las computadoras, y sobre todo con el celular, se redujo el tiempo promedio de atención de las personas. Las apps abusan de sus notificaciones que nos interrumpen a cada minuto. Al respecto, recomiendo el artículo de Scott Belsky, fundador del sitio Behance. Se llama «Notifications: A Tragedy Of the Digital Commons».
Todos al Off line
Hace pocos días se publicó el libro «Indistractable. How to Control Your Attention and Choose Your Life», de Nir Eyal. El autor hace foco en nuestra responsabilidad como usuarios para poder desengancharnos del celular. No es un mal mensaje si no fuera porque el mismo Eyal escribió en 2014 un manual sobre cómo construir aplicaciones y otros productos y servicios digitales para crear hábitos en los usuarios. Un oportunista. El libro se llamó «Hooked» y en su momento fue considerado de lectura obligatoria para cualquier diseñador y programador de aplicaciones móviles que quiera generar adicción en las personas. Eyal se la pasó vendiendo sus servicios a empresas y dando charlas con trucos del estilo como atrapar al usuario desde el diseño y el desarrollo.
Ahora, en su nuevo libro, el mismo señor dice que la culpa de volvernos adictos es nuestra, no de las empresas. O sea, para que se entienda: el vivo de Eyal escribió un best seller con los trucos y las instrucciones para hacernos adictos a los celulares y ahora, cinco años después, nos vende las recetas para desengancharnos porque dice que los celulares son adictivos y hacen mal a la salud. Es decir, expandió el virus y ahora nos vende el antibiótico. Un genio. Si no fuese argentino, habría que nacionalizarlo.
Hay toda una corriente anti celular, anti redes sociales y, sobre todo, anti tecnología. Es lógico que después del boom tecno de las últimas dos décadas (sobre todo desde la irrupción de las redes sociales como Facebook y Twitter ) y la aparición del smartphone con el primer modelo iPhone a la cabeza (2008), ahora surja una reacción pendular: promover la desconexión. Es decir, ir en contra de todo eso. Una especie de era post digital. Los últimos casos de robo de información privada, hackeos, manipulación de los datos masivos digitales (el Cambridge Analytica gate, etc) y el creciente uso del móvil en cantidad de horas, contribuyen a fomentar distintas reacciones a la vida digital que hasta hace poco se presentaba, como mínimo, como un paraíso.
Otro libro que apunta en el mismo sentido post digital es «Guía para sobrevivir al presente» (Random House, 2019), donde su autor Santiago Bilinkis intenta con mucha información equilibrar la balanza de su propio optimismo tecnológico que mostró en los medios y charlas tipo TED durante los últimos años. Su libro anterior, «Pasaje al futuro» (2014) era una oda a las tendencias tecnológicas que Bilinkis estudió en la famosa Singularity University de California. Autos voladores, realidad virtual, bitcoin e Inteligencia Artificial, entre otras, desfilaban en el libro como posibles soluciones a casi todos los problemas de la sociedad. Pero ahora, con este nuevo texto, Bilinkis retrocede varios casilleros e invita a conectarnos y vivir experiencias compartidas «en vez de encerrarnos cada uno en nuestra propia pantalla».
Tampoco es casual que las redes más importantes hayan empezado a tomar algunas medidas para que los usuarios no pierdan el control de su dosis digital. Quieren recuperar la confianza y para eso trabajan en programas de “bienestar” del usuario. Por ejemplo, Google lanzó una iniciativa llamada “Bienestar digital” para ayudar a los usuarios a encontrar el «equilibrio adecuado» mediante el control de sus hábitos. Como parte del programa, YouTube introdujo una función llamada Take a Break, que permite a los usuarios de sus videos recibir notificaciones para recordarles que se tomen un recreo cada una hora de reproducción continua de videos. Quieren evitar el exceso de tiempo online. Instagram ya empezó en distintos países a quitar los likes los likes de las publicaciones. El objetivo es disminuir la ansiedad tanto del que publica las fotos como el usuario que ve cómo otras fotos tienen cientos y miles de likes y las suyas no. Y desalentar la compra de likes mediante bots que hacen los influencers para después venderle a las marcas sus posteos. “Queremos priorizar la calidad de contenido y no la cantidad de likes”, dijeron en la empresa.
Habrá que ver entonces cómo se nos presenta el 2020 y los próximos años. Si la industria encuentra el equilibrio para hacerle frente a las dos posturas extremas (optimismo digital vs. Apocalipsis) o si la balanza sigue inclinándose para el punto extremo de insistir en alejarnos de la tecnología digital en pos una vida más saludable (?!). Tal vez no haga falta tanto para ser felices. El snobismo siempre se llevó muy bien con la hipocresía y la ignorancia.
En este momento queda bien y es muy politicamente correcto tener un discurso que vaya en contra de la tecnología. Dar ese mensaje es tentador. ¿Quién no quiere conectarse más con sus seres queridos? ¿Quién no quiere un mundo mejor, con más afecto y vínculos sinceros? ¿Quién no quiere menos pantallas para sus hijos? Pero es un mensaje tan lindo como estéril. Cualquiera que haya leído un poco de historia moderna sabrá que ya no es posible vivir sin tecnología.