La tenista norteamericana Serena Wiliams sale en la tapa dorada de la edición de agosto de la revista Harper´s Bazaar. Fotografiada por Alex Lobomirski, la novedad no es que ella salió en la tapa sino que las fotos no fueron retocadas con Photoshop.
El título Serena Unretouched dio pie al #Unretouched en las redes donde miles de mujeres y varones aplaudieron la iniciativa.
Algo similar había hechos la revista Glamour (también de EEUU) cuando, hace más de dos año, puso en su tapa a las cuatro actrices de la serie Girls sin retoque y con poco maquillaje. Una de ellas, Lena Dunham, muestra su celulitis.
El movimiento anti retoque digital viene dando pasos firmes desde hace algunos años pero con el movimiento #MeToo y la cuestión de género en el debate público, se intensificó aún más. Incluso hay activistas (como la actriz Jameela Jamil) que proponen ilegalizar el retoque. En Francia, desde 2017, es obligatorio que las revistas de moda aclaren cuando las imágenes fueron manipuladas con herramientas de edición.
En el mundo editorial, es común eliminar imperfecciones de las personas (sobre todo de las mujeres). Es casi obligatorio. Granos, manchas, celulitis, arrugas, pecas, cicatrices… cualquier detalle que sea considerado «feo» por los cánones de la estética actual, se borra. También se retocan las fotos para que las mujeres parezcan más flacas, con más tetas, con más o menos cola, etc. Y para resaltar pelos, brillos, pieles, etc. Se aplican filtros de colores para que la piel del cuerpo parezca más bronceada o más blanca, dependiente de la persona en cuestión y que tipo de foto sea.
¿Son las revistas las culpables de esto? Por supuesto que no.
Si hay algún responsable, somos todos.
Porque más allá de los medios, son los mismos modelos y muchos de los famosos celebrities los que exigen el retoque. Ellos mismos (o sus representantes) son los encargados de aprobar las fotos antes de su publicación. Incluso hay estrellas que tienen sus propias fotos (ya retocadas) que solo usan esas para alguna producción. Como Susana Giménez, por ejemplo. Para las notas que da en revistas como Caras y Gente, la diva local usa las fotos de su fotógrafo preferido, Gabriel Rocca. En el mundo hay muchísimos actores, actrices, deportistas y modelos que no se sacan ni una sola foto sin su fotógrafo y retocador personal y de confianza.
¿Está mal? No!
El mundo -y la industria- de los famosos vive de ilusión. Ellos venden un mundo millonario de fantasía, como cuando vamos a un parque de Disney. Sabemos que todo eso es falso pero queremos creer por un rato, que Mickey existe. Y los famosos también son parte de un mundo aspiracional. En el fondo, queremos ser ellos (por un ratito). No queremos ver las imperfecciones físicas y los defectos de nuestros ídolos. Las personas comunes, los que nos estamos quedando pelados, tenemos panza, celulitis y granos, no queremos ver en las tapas de las revistas lo mismo que vemos en el espejo a la mañana de cada día. Para eso nos tenemos a nosotros mismos. Nosotros vemos nuestra decadencia física en tiempo real. Por eso queremos ver esos dientes blanquísimos y esos jopos frondosos para ilusionarnos y al mismo tiempo, sentirnos mal y preguntarnos por qué ellos sí y nosotros no. ¿Qué abdominales tiene Messi? ¿Cuál es el secreto oculto de George Clooney? Queremos intentar adivinar qué cosa los hace tan diferentes. Por qué Brad Pitt tiene casi 60 años y se mantiene así. ¿Es solo entrenamiento? ¿Es solo genética? ¿Es solo producción? No, claro que no.
Por otro lado, seamos sinceros. Los famosos y celebrities que pueden darse el lujo de de exigir que no les retoquen las fotos, no son como vos, como yo, como el vecino. Se hacen veinte tratamientos semanales de pelo, piel, terapias, masajes, etc. porque viven de su imagen. Y se preocupan para estar siempre espléndidos aún a costa de volverse locos (o volver locos a los directores, camarógrafos, productores).
Está bien el truco de marketing de las revistas que se suben a los nuevos reclamos feministas. Pero no es real, por lo tanto, no es honesto. Es un truco. Porque a la semana siguiente en sus páginas volverá el Photoshop y porque además no lo hacen por ningún tipo de convicción ni ética. Lo hacen para que su truco se conozca en la mayor cantidad de lugares posibles, para que su marca circule y que su truco sea viral. Serena Williams en Harper´s dificilmente haya circulado tanto por las redes sin la noticia del no retoque. Pero unas pocas tapas sin Photoshop, una docena de fotos sin retoque, no alcanzan para remediar la tremenda injusticia a la que son sometidas todos los días millones de mujeres (y hombres también pero en otra escala infinitamente inferior) que se sienten presionadas por un ideal estético de belleza que nunca alcanzarán. Ese ideal de belleza, vamos, fue moldeado durante décadas por, entre otros medios y distintos estilos, revistas como Harper´s Bazaar, Vogue, Elle, Para Tí, Cosmopolitan, etc.
Por otro lado, nosotros mismos no editamos con filtros de colores y luces en Instagram. Queremos nuestra versión mejorada, una alternativa. ¿Por qué vamos a exigirle una conducta ética a los demás que ni siquiera nosotros -que no somos ni famosos ni celebrities– ya no hacemos?