Mi bandoneón

El 11 de marzo de 1921, o sea hace cien años, nacía Astor Piazzolla. Ayer, 11 de marzo de 2021, nació Bruna Zanoni, mi hija. Cuando salió de la panza de su mamá, en mi cabeza sonaba un bandoneón. Como sonó en casa toda la semana por los homenajes del centenario del gran Astor y todo el día antes de entrar en la sala de parto. (nota al pie: mi otro hijo, de cuatro años, se llama Astor en honor al maestro. Es decir, de alguna manera, ambos hermanos están unidos para siempre con Piazzolla y me sumo yo también a la fila tanguera del 2×4 porque nací el 11 de diciembre, el mismo día que nació Gardel, por eso fue declarado el Día del Tango).

Decía que sonaba un bandoneón, como sigue sonando ahora en mi cabeza mientras Bruna y su madre duermen y yo, a unos metros, tipeo esto. Las teclas suenan en medio del silencio de esta habitación en penumbras.

Qué difícil -pienso ahora- debe ser salir de la panza, estar ahí nueve meses casi sin luz, protegida, acurrucada, calentita. Para después, de repente, salir y ver luces, ruidos, caras, enfermeras, no saber ni entender nada. Ese primer llanto es música. Y abrir los ojos y ver a un tipo con barbijo y baboso sonreír con lágrimas en los ojos y decirle hola brunita hola bebita linda ajo ajo no llores acá está Papá. Y calmarse. Y volverse a dormir otra vez, tal vez -ojalá- escuchando el mismo bandoneón que el de Astor.

Y ahora, escucho un bandoneón eterno que pasa por el aire y se va a sonar a otra parte y no sé si ya estoy dormido o sigo despierto o todo es un sueño y -pienso ahora- tal vez esta deba ser nuestra misión en la vida: fabricar bandoneones, escucharlos, cuidarlos, limpiarlos, afinarlos para que suenen lo mejor posible. Parece una buena misión; pasarnos bandoneones de generación en generación para que sigan sonando. Ojalá que este suene tan bien como el del gran Astor. 

Bienvenida Brunita, sonarás para siempre en mi. 

Papá