Sol sin drogas – parte II

Algunas de las frases publicadas en el primer suplemento especial:

“De entrada, cuando probás es un gran shock, un shock emocional grande. Parece que querés arrasar el mundo. Y después te entra una soledad tremenda. Una soledad y un miedo terrible. Te crea dudas… Y cuando te viene el bajón ahí es donde tenés que tener mucho equilibrio porque si no te matás”.

“Si probás una vez y te hace mal (vomitás, te estalla la cabeza en mil pedazos) no la probás nunca más. Pero a muchos los pone eufóricos. A mí me puso eufórico y la euforia nos gusta a todos. En ese momento es como ganar un campeonato. Y bueno, qué me importa si hoy gané el campeonato, decís. Y al otro día seguís. Pero no solo no ganás ningún campeonato sino que estás perdiendo la vida”.

“Ponía llave por todos lados. Tenía terror de pensar que mis hijas me pudieran ver. Estaba preparando y Dalma me golpeó la puerta así, mirá (imita el golpe) ‘¡Pa! ¿Puedo entrar?’. Eran como las cuatro de la mañana. No podía… no podía hablar (se toma la garganta) ¡Y no había tomado nada todavía! ¡No podía hablar! Me quedé tensionado. Tiré todo: ‘¡Sí mamita sí, sí!’. La senté en el baño. Me dice: ‘¿Qué te pasa, pa, que estás así y no dormís?’. Dalma era así. ‘No, mamita, no puedo dormir.’ Pero yo no podía más con mis nervios y empecé a hablarle sin parar. ¡No podía dejar de contarle cosas…! Es una sensación muy fea, muy fea…”.

“Gianinna me pedía un vaso de agua y yo estaba tirado en la cama y no se lo podía alcanzar. No me podía levantar. Me sentía pegado al colchón. Y me temblaba la mano. ‘Y… papi, ¿me das agua?’, me decía. Y yo que no podía: ‘Sí, mamita, sí’. Pero no podía. La cocaína me había nublado completamente. No me dejaba libre el cerebro”.

“Yo tomé droga durante parte de mi carrera pero jamás usé droga para estimularme. Porque esos que se hacen los pícaros y dicen que la cocaína te estimula, no saben nada. Si vos tomás cocaína para jugar al fútbol, no podés jugar. La cocaína no sirve para ser mejor en la cancha… No sirve para la vida, te quedás duro. No sirve para nada”.

“La droga te nubla. Te pone esta pared así frente a tu cara. Y no podés pasar. No podés romperla, no podés saltarla. Muchas veces que me he dado un saque, he querido agarrar una pelota y no he podido. Mi cerebro intentaba dar órdenes pero mi cuerpo no las cumplía. Aunque quizá alguna vez pude pegarle o hacer jueguitos estando drogado, no quiero mentir”.

Fui drogadicto, soy drogadicto y voy a ser drogadicto para todo el mundo siempre. Porque al drogadicto no se le perdona nada. El drogadicto es discriminado, el drogadicto es un hijo de puta, de mala madre, los padres no lo quieren, no lo quiere la sociedad. ¡Al drogadicto no lo quiere nadie! Y si sos famoso para colmo, te castigan. Dicen que te quieren ayudar y te golpean”.

Gabriela Cociffi recuerda para el libro «Vivir en los medios»: “Cuando empezó la nota estábamos solos en el balcón de la casa. En un momento se acercó Dalma. Diego estaba llorando y yo lo abrazaba. Dejo de preguntar y Diego y me dice: ‘No te preocupes, si total después lo va a leer. Que lo escuche por primera vez conmigo. Si también por primera vez lo estoy diciendo yo’”.
–¿Maradona nunca había hablado del tema con sus hijas?
–No, Dalma guardó muchos años en su mesita de luz los dos fascícu- los de Gente para leérselos a su hermana cuando fuera más grande y los pudiera entender. Y recién el año pasado [2002] me dijo que se tiró en la cama con su mamá y lo leyeron juntas y le preguntó paso por paso cómo había sido todo.
Después de la nota quedamos en seguir hablando. No fue una charla fácil porque frenábamos todo el tiempo cuando él no podía hablar. Fue casi una sesión de análisis. A mí me agarró el miedo de hacerle mal al publicarla. Entonces una noche fui con los títulos posibles a ver a Claudia. Ella me dijo que lo hable con él, que ya estaba en Punta del Este. Le pedí que se los muestre y que le diga que serían los títulos de tapa y que la tapa iba a estar en todas las carteleras de Buenos Aires.
–¿Cuál fue la repercusión de la nota?
–Tremenda. Me di cuenta de lo que había sido cuando empezaron a llamarme de todos los medios del mundo. ‘Hablen con Maradona’, les decía yo. Ahí tomé conciencia un poco más. Era ‘LA’ nota que quería hacer. Me llamó Constancio Vigil (dueño de la editorial Atlántida), que tampoco sabía nada de la nota. «No puedo creer lo que estoy leyendo», me dijo”.

La segunda entrevista fue en Punta del Este, donde Maradona veraneaba.

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