El hombre más rico del mundo puede volar por el espacio pero no puede evitar que le hackeen su celular. En 2018 Jeff Bezos, el fundador de Amazon, fue víctima de un ciberataque a su móvil, según confirmaron forenses privados e investigadores de la ONU. El caso derivó en su divorcio, a finales de ese año.
Pero retrocedamos un paso para explicar sobre un hombre clave en esta historia. Mohamed bin Salmán, conocido por sus iniciales MBS, es el príncipe heredero de Arabia Saudita. Tiene apenas 35 años y es el hombre fuerte de Arabia ya que su padre, el Rey Salman, tiene Alzheimer.
MBS tiene una fortuna incalculable y una vida de lujos excéntricos. Por ejemplo, pagó 500 millones de euros por Serene, un yate de lujo de 134 metros (4500 metros cuadrados de cubierta) que tiene dos helipuertos, tres piscinas y Salvator Mundo, una pintura atribuida a Leonardo Da Vinci, comprada en una subasta por 400 millones de euros.
Amnistía Internacional y Human Rights Watch lo critican por distintos tipos de violaciones a los derechos humanos y varios otros delitos. Entre ellos, haber ordenado el asesinato del periodista opositor Jamal Khashoggi en Estambul, Turquia.
Periodista del Washington Post y ex jefe del canal de noticias Al Arab News Channel, Khashoggi era un férreo opositor y crítico al gobierno Saudí. El 2 de octubre de 2018 va hasta el consulado de Arabia Saudita en Estambul para hacer un trámite burocrático que necesitaba para casarse con su pareja, una mujer turca. Lo estaban esperando. Cuando entra al edificio unos 15 saudíes lo asfixian con una bolsa de plástico y después lo cortan en pedazos. Se presume que los pedazos fueron disueltos en ácido o que podrían haber sido quemados en el horno del jardín de la residencia del cónsul. Recién dos semanas después los saudíes le permiten el ingreso a la escena del crimen a la policía forense turca. Pero no dejan examinar el horno.
Khashoggi tenía 59 años y cinco hijos.
Un mes después, la CIA dice que sus pruebas de inteligencia (que incluían grabaciones de audio) indican “con un grado de seguridad entre medio y alto” que el asesinato del periodista fue una orden de Bin Salmán. Pero el gobierno saudita lo niega. Donald Trump, entonces presidente de EEUU y con ciento de millones de razones para sentirse muy amigo de Salman, contradice a su propia Central de Inteligencia y dice que la investigación “no es concluyente y debe continuar».

Ahora volvamos a Bezos. El Príncipe MBS y el fundador de Amazon coinciden en una cena en Los Angeles en abril de 2018, seis meses antes del asesinato de Khashoggi. Antes de despedirse, intercambian sus contactos de celular. No se mandan mensajes pero Bezos recibe uno de MBS, con un video sin mayor importancia. Pero letal. Tiene un código malicioso y de esa manera tan simple, los hackers toman el control de su celular.
En noviembre (un mes después del asesinato de Khashoggi) el Príncipe le manda otro mensaje por Whatsapp, está vez con una foto. De una mujer muy parecida a Lauren Sánchez, una ex presentadora de la cadena Fox, con quien Bezos mantenía una aventura extramatrimonial. La foto viene acompañada de la siguiente frase: “Discutir con una mujer es como leer un acuerdo de licencia de software. Al final tienes que ignorarlo todo y clickear “de acuerdo”.
Según las pericias técnicas posteriores, al reproducir el video, en el celular de Bezos se instaló un malware, nombre que se forma con las palabras “malicious software”. Su objetivo es infiltrarse en el sistema de un dispositivo sin el consentimiento del usuario para dañar o robar la información. Desde 2014, según la empresa de seguridad McAfee, la cantidad de malware para móviles se quintuplica año a año.
Las pericias no pudieron dar con ese “implante” cuando examinaron el móvil de Bezos porque creen que se habría autodestruido. Pero sí detectaron pérdidas enormes de datos del celular desde el momento del mensaje del Príncipe. La salida de datos desde ese móvil pasó de unos 400 KB (una cifra normal de un uso cotidiano) a varios megas diarios. Incluso en algunos días se detectaron casi 5 GB de salida, más de 10.000 veces lo habitual.
Pocos meses después del mensaje con la foto de Lauren Sánchez, en enero de 2019, explotó en los medios el divorcio de Bezos.
Tras 25 años juntos y cuatro hijos, el 4 de abril de ese mismo año, Bezos y su esposa MacKenzie Scott terminaron su matrimonio. El acuerdo fue de unos US$35.000 millones. Ella se quedó con un 25% de las acciones que ambos tenían en Amazon. De esa manera, MacKenzie se convirtió en la tercera mujer más rica del mundo, detrás de Alice Walton (hija del fundador de Walmart) y Françoise Bettencourt Meyers (nieta del fundador de los cosméticos L’Oréal.
Pero en febrero Bezos acusó al dueño del diario National Enquirer de pretender extorsionarlo bajo amenaza de publicar unas diez fotos íntimas si el fundador de Amazon no abandonaba la investigación del hackeo a su celular. También le exigían, según lo publicado por el mismo Bezos en su blog, que hiciera una declaración pública diciendo que la filtración de los mensajes privados no tenían ningún motivo político. «En lugar de rendirme ante la extorsión y el chantaje», escribió Bezos, «decido publicar exactamente lo que me enviaron, a pesar del costo personal y el bochorno con el que amenazan».
Bezos también mencionó los estrechos vínculos entre National Enquirer (perteneciente al Grupo American Media Inc (AMI) y el entonces presidente, Trump.
Al parecer, el hackeo de MBS a Bezos no fue por Amazon sino por una venganza. Porque desde mediados de 2013 Bezos es el único propietario del Washington Post (por el que pagó 250 millones de dólares). El diario publicó varios artículos críticos al reino de Salman.
Vía twitter, la embajada saudí negó las acusaciones del hackeo a Bezos: “Son absurdas”. Sin embargo, en octubre de 2019, Bezos viajó a Estambul para participar de la ceremonia por el primer aniversario del fallecimiento de Khashoggi, el periodista asesinado en la embajada Saudí.
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Las herramientas tecnológicas para hackear dispositivos y redes son cada vez más sofisticadas y se usan para infiltrarse en gobiernos, empresas y hogares a través de los celulares, computadoras y los llamados objetos inteligentes o conectados (IoT). Cuando digo “herramientas tecnológicas” debería decir software.
Sabemos que el mundo actual digitalizado funciona con computadoras, sistemas de redes y dispositivos móviles, fundamentalmente celulares y tablets. Nuestra vida ya es casi cien por ciento online y digital. No podemos vivir fuera de la red. Eso sumado al exponencial crecimiento del big data (los datos que generamos todo el tiempo, lo queramos o no) alojado en miles de servidores remotos (la llamada “nube”), tiene enormes riesgos que, como veremos en las dos próximas entregas, le facilita mucho la tarea a los hackers.
Vivimos expuestos. Como nunca antes.