“Quien controle la Inteligencia Artificial, controlará el mundo”
Vladimir Putin, presidente de Rusia
A principios de 2019, Donald Trump le ordenó a sus colaboradores darle la máxima prioridad al desarrollo de la Inteligencia Artificial. Distintos especialistas, tecnólogos y académicos ya venían reclamando la implementación de una política al respecto. Incluso Jim Mattis, cuando era secretario de Defensa del gobierno del actual presidente de los EEUU, había enviado un memo a la Casa Blanca implorándole a Trump la urgente creación de una estrategia nacional en torno a la IA. No tuvo éxito.
La medida de Trump y de su Departamento de Defensa tiene distintos pilares, entre los que se destacan: redireccionamiento de fondos, establecer estándares en IA, capacitación en IA a los trabajadores estatales, mejorar el acceso al ecosistema cloud y de big data necesarios para construir sistemas de IA y cooperación con otras potencias extranjeras aliadas, entre otros puntos. Además crearán el Centro Conjunto de Inteligencia Artificial (JAIC, por sus siglas en inglés) desde donde se desarrollarán sistemas de IA para combatir los ciberataques. Para eso es necesario poder retener y reclutar a los mejores talentos humanos, que en los últimos tiempos migraron del sector público y gubernamental a empresas privadas como Amazon y Google.
El plan (del que no se informó un presupuesto ni tampoco otros detalles) se encolumna detrás de un objetivo ambicioso: mantener la histórico supremacía tecnológica y liderar el desarrollo de la IA pero sobre todo, impedir que China y Rusia continúen su expansión en esta industria, considerada clave y estratégica para el dominio mundial hacia 2050.
Dice el comunicado de la Casa Blanca:
«No podemos quedarnos sin hacer nada mientras aumenta el ritmo de la innovación en inteligencia artificial en todo el mundo y suponer que nuestro liderazgo está garantizado. Debemos asegurarnos de que los avances en la inteligencia artificial sigan estando impulsados por el ingenio estadounidense, reflejen los valores estadounidenses y se apliquen en beneficio del pueblo estadounidense».
Habrá que ver si la tardía reacción de Trump es lo suficientemente contundente y eficaz para detener el avance de China. Las dos mayores economías del planeta están en plena carrera por la hegemonía global. Es decir, por ver qué país dominará el mundo en los próximos años.
De la mano de su presidente Xi Jinping, el gigante asiático se dirige a toda velocidad hacia la transformación tecnológica. Tras el “milagro chino” (el impresionante crecimiento del 9% anual entre 1978 y 2017), ahora la República Popular está lista para implementar la siguiente fase: liderar el avance científico y tecnológico, la innovación en productos y servicios, en la capacidad para generar nuevos negocios y en la adquisición del conocimiento de ingeniería, entre otras áreas. Por eso el gigante asiático anunció su “Next Generation AI Development Plan” en el que invertirá 150 mil millones de dólares para mejorar su ecosistema de IA. A diferencia del plan presentado por los EE.UU, el plan chino tiene tres objetivos con fechas muy concretas: mantener el ritmo de desarrollo para 2020, lograr avances concretos en Inteligencia Artificial para 2025 y ser líder mundial en IA en 2030.
La supremacía tecnológica norteamericana, profundizada durante la Guerra Fría entre los ´50 y ´80, generó patentes, Internet, computadoras, celulares inteligentes y hasta cohetes y satélites espaciales, entre otros grandes avances para la humanidad. Dominó la expansión digital, pero ahora su liderazgo se ve amenazado por China.
Para convertirse en la próxima “superpotencia cibernética”, China planea lograr la autonomía científica y tecnológica basada en algunos ejes estratégicos: expansión de grandes empresas, fomentar el ecosistema de startups y emprendedores, inversiones y aumento de alta tecnología como Inteligencia Artificial, robótica, Big Data, computación cuántica, conectividad 5G y potencia de hardware.
Los dos grupos tecnológicos chinos más grandes, Alibaba y Tencent, tienen un valor de mercado que supera los 500 mil millones de dólares. Hace tiempo que los productos tecnológicos chinos -como los celulares y computadoras- dejaron de ser de baja calidad y se exportan con éxito a todo el mundo. Un dato que sirve para entender el crecimiento chino: de la lista de supercomputadoras publicada por Top500.com en noviembre de 2018, 202 eran chinas, contra 143 de Estados Unidos. Además, el país asiático cuenta con el mayor mercado de pagos online e invierte cada vez más recursos en investigación y desarrollo (I+D).
Los empresarios Jack Ma (Alibaba), Pony Ma (Tencent) y Liu Jun (Xiaomi) lideran la revolución, que ya cuenta con 26 unicornios (las startups valoradas en u$1000 millones o más) en la lista de las 50 principales del mundo. De todas ellas, la empresa más valorada es Ant Financial (de Alibaba), que con apenas seis años, ya supera los 150 mil millones de dólares.
No es casual en este contexto que la empresa china Lenovo haya adquirido en 2004 nada menos que la división de computadoras de IBM, un ícono norteamericano. Tampoco es casual que, desde entonces, los Estados Unidos hayan prohibido el uso de las máquinas de IBM en todas sus oficinas públicas. El país asiático tiene 202 supercomputadoras (contra 143 de Estados Unidos) y la producción de robots creció un 35% en 2017.
Pero el éxito chino no está dado solo por el impresionante crecimiento de sus empresas, sino también por las inversiones que recibe. Porque varias de las grandes tecnológicas norteamericanas como Apple, Alphabet (matriz de Google), Facebook, IBM y Amazon (AWS) están invirtiendo fuerte en compañías del país de Xi Jinping. Por ejemplo, Google invertirá 550 millones de dólares en el sitio de comercio electrónico JD.com, el segundo más importante después de Alibaba y uno de los rivales más fuertes de Amazon en Asia. Ambas empresas anunciaron que investigarán nuevos modelos para facilitar la compra online a los consumidores. “Se espera que los chinos gasten 88.000 millones de dólares en 2020″, dijo el presidente de las operaciones de Google en Asia-Pacífico, Karim Temsamani. Además, los pagos por celular en China multiplican por 50 a los estadounidenses y favorece el consumo interno (y el control del gobierno).
El buscador norteamericano también abrirá en Beijing un centro de I+D sobre IA con más de 500 científicos e ingenieros dirigidos por Fei Li, a cargo del negocio de cloud de Google en China.
La producción de robots en China creció 35% en 2017 y Eric Schmidt, ex CEO de Google, alertó que para 2025 ese país dominará la IA. Trump quiere frenar las inversiones chinas en su país pero está en una encrucijada porque si empieza a dinamitar los acuerdos comerciales entre EEUU y China, debilitaría su propia infraestructura y a su vez comprometería a defensa y seguridad nacional, dos ítems claves a la hora de asignar presupuestos para los avances de ciencia, tecnología e investigación.
La guerra fría 2.0
El avance chino en IA, sobre todo en lo vinculado a armamento militar y sistemas de vigilancia, encendió las alarmas en los EEUU. La cuerda entre las dos potencias económicas mundiales se tensó cuando Donald Trump decidió aumentar los aranceles a los productos y servicios chinos para favorecer sus industrias regionales. Al ganar las elecciones, el presidente norteamericano puso en la mesa su slogan “América first” y dispuso cerrar la economía. China replicó subiendo sus propios aranceles y la inflexibilidad en las negociaciones amenazó al resto de las economías. La diferencia comercial entre ambos países es de unos 500 mil millones de dólares a favor de China. Es decir, Estados Unidos compra muchos más productos y servicios chinos que los que le vende. Las tensiones, de un lado y del otro, generaron incertidumbre en el escenario mundial.
Sin embargo, la pelea no es solo comercial sino tecnológica y también geopolítica. Entre acusaciones de robo de propiedad intelectual, intentar vulnerar la seguridad nacional y de querer controlar a sus ciudadanos a través de dispositivos móviles chinos (como ZTE y Huawei), Trump sabe que de fondo el tema clave es la Inteligencia Artificial. La llamada Cuarta Revolución Industrial.
China tiene 1500 millones de ciudadanos, de los cuales 800 millones ya son usuarios activos de Internet. Eso significa una insuperable base para perfeccionar sus sistemas de recolección de datos digitales masivos y el desarrollo plataformas de IA, tal como lo viene haciendo desde hace años. Su emisión de big data es casi 70 veces superior a la norteamericana. «Si, como dicen ahora, los datos son el nuevo petróleo, entonces China es la nueva Arabia Saudita», dijo Kai-Fu Lee, autor del libro “AI Superpowers: China, Silicon Valley, and the New World Order”.
China ya aceita la recolección y análisis de datos masivos. Por ejemplo, con el Sistema de Crédito Social (SCS) que se puso en marcha en 2016, es el mayor programa de vigilancia ciudadana que se haya conocido hasta el momento en el mundo. El plan consiste en calificar a más de 1000 millones de ciudadanos en base a una sistema de puntos elaborado a partir de millones de datos digitales (Big Data) que proveerán empresas privadas chinas. Esos datos trazan un perfil digital del ciudadano donde se monitorean desde sus comportamientos sociales y morales hasta políticos y financieros.
De esta manera, quienes obtengan puntajes bajos tendrán restricciones, problemas y trabas o directamente estarán impedidos de gozar de beneficios que sí tendrán las personas más confiables (con más puntos). Desde accesos a restaurantes y comercios, o a una Internet de mayor o menor velocidad hasta solicitudes de alquiler de un departamento o un auto; obtener un seguro o un préstamo, incluso ser contratados por ciertas empresas o matricular a sus hijos en las escuelas privadas más caras Todo eso dependerá del puntaje que tendrá cada ciudadano.
Hasta 2018 eran ocho las empresas elegidas por el gobierno chino para que aporten todo tipo de datos digitales. Estas compañías son especialistas en la recolección y el análisis de Big Data. Al menos dos de ellas pertenecen al grupo Tencent, que lidera el empresario Jack Ma, propietario de Alibaba (el gigante de comercio electrónico) y WeChat (que reúne a más de 850 millones de usuarios). Las dos empresas del programa son China Rapid Finance y Sesame Credit. Esta última vende seguros y otorga préstamos sociales a personas y pymes en base a algoritmos que determinan quién está pidiendo un préstamo. El algoritmo toma en cuenta desde multas de tránsito, sus comprás, la puntualidad en el pago de impuestos y su comportamiento online, entre otros factores.
El objetivo del plan organizado por el gobierno chino, controlado por el Partido Comunista, es “construir una cultura de confianza y sinceridad”. En 2018 el programa seguía en fase de prueba y la participación en este tenebroso sistema de puntuación ciudadana era voluntaria, pero China anunció que para 2020 será obligatorio. El sistema no solo incluye a las personas sino también a las empresas y otras entidades.
Por otro lado, las principales empresas tecnológicas de Silicon Valley le exigen al gobierno de Trump que no siga endureciendo las políticas migratorias con China porque dificultan el reclutamiento de talento chino para trabajar en sus compañías. Sundar Pichai, el CEO de Google, dijo que es bueno que China invierta en IA pero que ese país debe aceptar hacer acuerdos globales porque “vivimos en una economía de interdependencias”. Google tiene a su sistema operativo Android instalado en millones de celulares de Huawei y Xiaomi, dos marcas líderes chinas.
El volumen poblacional que tiene China es una de sus grandes ventajas. Cada año, 50 mil nuevos expertos en IA se gradúan en sus universidades, un número diez veces mayor que los de Estados Unidos. Tiene unos 300 millones de nativos digitales nacidos después de 1990. Y las Universidades norteamericanas están plagadas de estudiantes de ingeniería chinos, dato que pone loco a Trump.
El gobierno de los Estados Unidos está convencido de que China usa la tecnología de sus empresas privadas como herramienta de ciberespionaje de sus comunicaciones al servicio de Beijing. Hay informes al respecto desde 2012, antes de la llegada de Trump al poder. Por eso presionó y amenazó con sanciones a varios países europeos y a otros socios comerciales para que limiten el uso de la tecnología provista por la empresa china Huawei Technologies Ltd. que además de móviles, es proveedora de infraestructura en redes para telecomunicaciones. Estados Unidos la considera un riesgo para la seguridad nacional de su país desde que la Agencia Nacional China de Inteligencia aprobó una norma que establece que las empresas deben «apoyar, cooperar y colaborar con el trabajo de inteligencia nacional» cuando el gobierno lo requiera. Desde la aprobación de esa norma, tanto los EEUU como Canadá, Australia, Japón y Nueva Zelanda, prohibieron a sus empresas usar equipamiento tecnológico de Huawei para las futuras redes de 5G. Y el Reino Unido se encuentra en proceso de análisis.
Huawei se defendió diciendo que es una empresa privada que pertenece a sus empleados y que “brinda tecnología al mundo”, tal como dice su slogan. Asegura que no tienen relaciones con el gobierno chino más allá de las impositivas y que las hostilidades externas son producto de su potencia comercial. En Washington no le creen y están convencidos de que Huawei es el gobierno chino. Pero Estados Unidos tiene sus propios límites morales al acusar a China de espionaje porque el caso Snowden todavía sigue abierto.
Y en el medio está Europa. Además de ser el segundo fabricante de celulares del mundo, Huawei es muy fuerte en el viejo continente: tiene el 35% de mercado y en España crece hasta el 60% en cuanto a redes de nueva generación. Para la empresa, el europeo es el segundo mercado en importancia, después de China. Y Europa no puede quedar atrás en la carrera por el despliegue de 5G (como ya le pasó con el 4G). Por eso los operadores como Vodafone, Orange y Telefónica necesitan continuar con el vínculo comercial con Huawei, una de las tres proveedores mundiales de infraestructura de red para el 5G. Las otras dos son Ericsson y Nokia.
Las tensiones entre China y EEUU llegaron a su punto máximo cuando el 1 de diciembre de 2018 fue detenida en Canadá la directora financiera de Huawei, Meng Wanzhou, de 46 años, acusada de intentar evadir las restricciones estadounidenses al comercio con Irán a través de una empresa subsidiaria, Skycom. Además, Meng es hija del fundador de Huawei, el multimillonario Ren Zhangfei y una de las 10 ejecutivas más poderosas de China, según la revista Forbes. El caso es muy sensible para China.
Estados Unidos pedía la extradición para juzgarla en su país mientras que desde Beijing el gobierno chino le exigía a Washington y a Ottawa que «liberen de inmediato a la persona detenida» y expliquen el motivo de su arresto. Las tensiones diplomáticas escalaron cuando funcionarios de China dijeron que el arresto fue una violación a los derechos humanos de Meng y que tendría consecuencias graves tanto para Canadá como para los EEUU. Finalmente fue liberada bajo fianza pero sigue acusada de fraude. La empresa china contraatacó y al cierre de este libro iba a presentar una demanda contra el gobierno de los EEUU.
En febrero, desde el Mobile World Congress de Barcelona, el presidente de Huawei Guo Ping desafío en una conferencia de prensa: “No tienen ninguna prueba de espionaje, no tienen nada. Somos la única compañía que podemos desplegar 5G a gran escala y conexiones más rápidas”. “Estoy totalmente de acuerdo con el presidente Trump: Estados Unidos necesita mayor velocidad de conexión”, agregó con ironía y cerró, amenazante: “No podemos dejar la seguridad en manos de los políticos. Estados Unidos no representa a todo el mundo; Huawei puede seguir sin Estados Unidos”.
La guerra fría está más caliente que nunca.
La nueva revolución francesa
Una frase que circula en el mundo tecnológico dice que “Estados Unidos lo inventa, Asia lo mejora y Europa lo regula”. Si se aplicara al desarrollo de la Inteligencia Artificial, entonces no es casual que el presidente francés Emmanuel Macron quiera interceder entre las dos potencias de Oriente y Occidente para regular esta tecnología. Su principal desafío es lograr atraer a Francia el talento y la inteligencia necesarios para su objetivo. Macron necesita seducir a los ingenieros de Europa y Asia y a las empresas privadas más influyentes para que elijan anclar en París antes que desembarcar en Silicon Valley o en Beijing. Por lo pronto, el presidente francés decidió invertir 1500 millones de euros para financiar y apoyar investigaciones en IA durante los próximos cinco años. En este reportaje, publicado en la edición española de la revista GQ en julio de 2018, Macron explica su plan y su visión sobre la IA:
-¿Qué pueden aportar Francia y la UE al desarrollo de la IA?
-Estoy convencido de que la IA será la próxima disrupción tecnológica a la que nos vamos a enfrentar. Y yo quiero formar parte del proceso con el objetivo de crear empleo en mi país. Sin embargo, en esta cuestión hay contrapuntos éticos y políticos. Con la IA se pondrá en duda nuestra idea actual de democracia y de colectividad. Podría llegar a desmantelar nuestra cohesión nacional y la forma en la que vivimos hoy en día. EE UU y China son los dos principales actores en materia de IA. En EE UU es un proceso que se desarrolla exclusivamente en el sector privado. Todas las decisiones que se toman respecto a su puesta a punto parten de iniciativas privadas. En China, por otro lado, los datos recopilados por su gobierno nada tienen que ver con nuestros valores y principios occidentales. Realmente creo que es Europa, el lugar en el que surge la democracia, la que debería estar al frente de un desafío que afecta a todos los países demócratas.
-Por lo que dice, parece que la tecnología podría poner en jaque nuestro sistema actual de valores.
-Exactamente. Quiero que mi país lidere los cambios que asumiremos con la llegada de la IA. Quiero que mi país sea parte de la revolución que viviremos en materias de movilidad, energía, defensa, finanzas o salud. No obstante, la IA podría llegar a destruir muchos puestos de trabajo en algunos sectores concretos y hay que estar preparados para darle una alternativa a todas esas personas que podrían perder su empleo. Paradojicamente, es precisamente la IA la que puede y debe ayudarnos a capacitar de nuevo a la población que se encuentre desempleada.
-Los algoritmos que emplea el Estado francés están basados en datos abiertos. ¿Las empresas privadas que reciban subvenciones del gobierno deben seguir este patrón?
-Sí, eso es.
-¿Y cómo se puede garantizar la transparencia en este sentido?
-Aumentaremos la presión colectiva para que estos algoritmos provengan siempre de una fuente de información libre, ofreceremos los datos de nuestro gobierno e incentivaremos a los actores privados con la idea de que sus estudios sean públicos y transparentes.
-En la ONU se ha discutido hace poco sobre el uso de armas letales autónomas. ¿Debemos darle ese poder a la IA? ¿Podemos permitir que las máquinas sean libres de matar sin intervención humana?
-Estoy completamente en contra de esa idea. Creo que es una responsabilidad que debemos asumir y gestionar nosotros, los seres humanos.
-Elon Musk tuiteó hace unos meses que la carrera por liderar el desarrollo de la IA podría conververtirse en el detonante más probable de una supuesta III Guerra Mundial. ¿Exagera? EE UU y China mantienen posturas opuestas…
-Creo que dará lugar a intensas confrontaciones, pero no comparto esa idea tan pesimista porque la base sobre la que se sostiene la IA es la investigación. Y esa investigación debe ser global, no particular. Por eso, si quieres ser competitivo debes abrirte al mundo y buscar cooperación. Aunque sí es cierto que surgirán problemas relacionados con su soberanía. Por un lado, la IA es un esquema de innovación global. Por otro, hay un único país que almacena una gran cantidad de información: China. Mi objetivo es acumular soberanía en Europa, sobre todo en materia de regulación. Es obvio que surgirán tensiones comerciales, tal y como existen en otros muchos sectores. Con todo y eso, no creo que se llegue al extremo que vaticina Musk porque cualquiera de los interesados que desee prosperar en la materia deberá mantener por su bien una postura abierta con el resto de los jugadores.
-Cuando Francia desarrolle IA, de algún modo pasará a competir con Google y Facebook. ¿Hay planes para regular su presencia en Europa?
-Hoy, Facebook y Google son bienvenidas aquí; pero lo cierto es que tenemos un problema con la posición monopolística de ambas. Tal vez llegue el día en que el gobierno y la población de EE UU reparen en la envergadura de sus grandes compañías y digan: ‘Oh, estamos ante algo demasiado poderoso que no podemos controlar’. Es entonces cuando uno debe plantearse intervenir. Por otro lado, aquí tenemos un problema territorial, ya que son jugadores 100% digitales que han interrumpido el desarrollo de los sectores económicos tradicionales. En este sentido, también debemos encontrar una medida que beneficie a ambas partes. Nosotros no podemos fallar a nuestra gente, eso está claro. Los GAFA [Google, Apple, Facebook y Amazon] no pagan en Europa los impuestos que deberían, algo que no contribuye a revertir la imagen negativa que se tiene de estas compañías en determinados aspectos. Y aún queda otro punto importante: la privacidad. Sin duda, la población debe ser soberana en este aspecto. Francia y Europa tienen clara su postura al respecto, pero EE UU no sigue las mismas reglas del juego.
(extracto del libro «Las máquinas no pueden soñar» del autor Leandro Zanoni, que se descarga completo y gratis en www.inteligencia.com.ar)