El siglo de los LED

(publicado en El Cronista en 2014)

Cuando recibió los 180 euros como pago por su descubrimiento, el japonés Shuji Nakamura se sintió humillado y lo consideró un insulto. Veinte años después el pago fue mejor: el Premio Nobel de Física.

Junto a Isamu Akasaki y Hiroshi Amano, el ingeniero Nakamura recibió hace unas semanas el famoso premio de la Real Academia de Ciencias de Suecia por la «invención de los diodos eficientes de emisión de luz azul que han permitido las fuentes de luz blanca de ahorro energético». Los profesores japoneses crearon en 1993 la luz de LED azul y, ahora sí, se dividieron en partes iguales el premio, unos u$s 366 mil para cada uno.

En realidad la luz de LED (por sus siglas en inglés diodo emisor de luz) fue descubierta en 1927 pero solo de color rojo, amarillo y verde. Recién a fines de la década del 50 comenzó a usarse muy de a poco para calculadoras, relojes digitales, televisores, equipos de música, controles remotos y otros electrodomésticos. La importancia del descubrimiento de Nakamura es el diodo de emisión de color azul que, al combinarse con el resto, permite la fabricación de luz de LED blanca para la pantalla de celulares, tablets y televisores, el flash para las fotos, las luces de los autos, monumentos, estadios de fútbol, en vía pública o las bombitas de luz blanca de bajo consumo que ya usamos en el hogar, las oficinas, etc.

En 1993, el año del descubrimiento, Nakamura trabajaba para la empresa japonesa Nichia Chemicals, quien no aceptó pagarle más que un premio de menos de 200 euros. Diez años después, Nakamura le había generado a la empresa un negocio de al menos 500 millones de euros. Humillado, Nakamura inició una demanda y abandonó su país para radicarse en Santa Bárbara (California) y se convirtió en ciudadano norteamericano. Además ganó el juicio contra su ex jefes y cobró u$s 8 millones.

La importancia de la invención radica también en el ahorro energético y el consecuente cuidado del medio ambiente. Por un lado, el LED necesita apenas seis voltios para funcionar con lo cual es posible iluminar zonas de países subdesarrollados que carecen de redes de alimentación eléctrica. Actualmente se estima que 1500 millones de personas en diferentes zonas del planeta no tienen acceso a energía eléctrica. Y por el otro, una lámpara LED dura unas 100 mil horas de uso, diez veces más que un tubo fluorescente y hasta cien veces más que la bombita incandescente creada por Thomas Edison. El LED tampoco usa mercurio, con lo cual no contamina el medio ambiente una vez que agotó su ciclo de vida.

Pero más allá de las ecológicas, el LED tiene otras grandes ventajas para la industria tecnológica. Ocupan muy poco espacio y permite mejorar el diseño de los productos, emi ten poco calor y tienen un tiempo de encendido muy corto (medio segundo).

Siempre le recomiendo a los jóvenes científicos que «no centren sus trabajos en lo que está de moda, que investiguen sobre lo que creen, aunque no consigan resultados inmediatos», le dijo Akasaki a los medios de prensa cuando se conoció la noticia del Premio Nobel. Hoy el negocio de LED en el mundo genera unos u$s 20 mil millones al año y ya está considerado la luz del siglo XXI.

Gracias a Nakamura y sus dos compañeros.

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